Quijano y Ortiz Dos alcaldes exitosos que no son favoritos de sus partidos


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Domingo 18, diciembre 2011 | 11:13 pm
Redactor: Lafitte Fernández
Norman Quijano y Óscar Ortiz comparten el mejor botín al que aspiran quienes usan el poder político: son reconocidamente exitosos en sus comunidades.
En algunas calles de San Salvador aparecieron, una soleada mañana, una serie de vallas publicitarias que solo decían: “Norman Quijano, alcalde”. El nombre se colocó sobre un fondo escrupulosamente negro. No se miraba, ni en un solo centímetro de los gigantescos anuncios, los colores blanco o rojo de ARENA.
Eso le dio licencia a algunos para pensar que Norman Quijano podría estar camino a convertirse en una versión reeditada de otro alcalde exitoso como él: Óscar Ortiz, quien por muchos años ha asumido el papel de un villano, o al menos “enfant terrible”, dentro de su propia agrupación, por no emplear, en algunos sucesos, el mismo lenguaje de los principales dirigentes del FMLN.
Mientras el país conocía altísimas notas de popularidad de Quijano, al menos en la capital, recogidas por encuestas encargadas por medios de comunicación, el alcalde salió a desmentir cualquier alejamiento de la línea de su partido, adonde a algunos personajes les causa urticaria el crecimiento de sus apoyos.
Pero nadie podría negar que la nueva publicidad encargada por Quijano, a tres meses de los comicios en los que buscará su reelección, provocó confusión y una percepción de una supuesta rebeldía entre la principal figura de ARENA en la próxima decisión electoral.
Hay quienes, sin embargo, interpretaron esa publicidad como una simple carne de batalla electoral y nada más. Si esto fuese así, la distancia entre Norman Quijano, un doctor en odontología, y Óscar Ortiz, un excomandante del FMLN que periódicamente se ha levantado contra los dioses domésticos de ese partido, se alargaría.
Entonces, pese a que Norman Quijano y Óscar Ortiz no tendrían en común capítulos, o al menos episodios, de rebeldías a grandes zancadas contra los principales dirigentes de sus partidos, sí comparten el mejor botín al que aspira quienes usan el poder político: los dos son alcaldes reconocidamente exitosos en sus comunidades.
Quijano y Ortiz no han necesitado usar narcóticos deliciosos para atraer vientos favorables para sus gestiones. Ambos parecen haber ganado las batallas de las buenas obras, de las buenas políticas públicas y también la guerra de las palabras (principalmente Norman Quijano), con la ayuda de buenos aparatos de mercadólogos y publicistas que pregonan cuanto hacen con el ruido necesario para que los votantes aprecien lo que hacen. Ninguno de los dos es, entonces, un huraño solitario a la hora de ejercitar el poder que tienen.

Buenos caminos
No hay duda que, a pesar del aumento de la presión en contra Ortiz y Quijano, levantada por sus principales partidos opositores, ambos  tienen casi asegurada su permanencia en su puesto. Por lo menos así lo dicen las principales encuestas de opinión que se conocen.
Ortiz, sin embargo, no tendría un duro contendiente en Santa Tecla. Quijano sí tendrá que enfrentar una pieza más fuerte en San Salvador como es el hijo de Schafik Hándal, quien tiene todo el apoyo de las bases más del FMLN.
Paradójicamente, Quijano tendrá que combatir al hijo del hombre a quien Oscar Ortiz quiso arrebatarle la candidatura presidencial del FMLN en tiempos en que Elías Antonio Saca ganó, con un apoyo abultado, la presidencia.
Pero, independientemente de esa casualidad, Quijano y Ortiz son, cada uno en su partido político, muestras de buenos gobernantes locales. Eso les daría ventaja en las preferencias electorales.
La diferencia entre los dos es que Quijano pide los votos para arrancar un segundo gobierno. Ortiz entraría en su cuarta administración.
¿Por qué los dos representan casos de éxito? Lo más importante en ellos es que han  demostrado determinación para hacer las cosas que la gente quiere que se hagan.
Cada uno con su estilo, pusieron orden en ciudades desordenadas, anárquicas, literalmente tomadas por las ventas callejeras, por las tomas de los sitios públicos.
Ayudados por sus propios cuerpos policiales y por otras autoridades, las imágenes de luchas contra vendedores rebeldes, la liberación de gases, las grescas y batallas casi campales en las calles precedieron algunas de las principales medidas de ordenamiento que Quijano y Ortiz encabezaron en el centro de las ciudades que gobiernan.
Luego, mediante extraordinarios arreglos con la empresa privada y con una mayor eficiencia en la recolección de los impuestos, los dos alcaldes no solo recuperaron sitios públicos que estaban en  manos de comerciantes informales, sino que lustraron San Salvador y Santa Tecla.
Así, donde antes cabía el desorden, comenzaron a surgir numerosas obras públicas, recuperación de parques y monumentos, limpieza y hasta comenzó a oler, de pronto, a pintura nueva. Nadie pondría en duda que Santa Tecla y San Salvador tienen cara nueva.
Quizá Ortiz lleva mucho trabajo adelantado porque ha creado, en su ciudad, verdaderos emporios de cultura y arquitectura que resultan un agrado para los electores.
Todas esas obras surgen y aparecen con la misma eficacia con la que ambos alcaldes reconocen que, de no hacer nada, los vencería la demagogia que no es más que el indicio, la señal, el síntoma que denuncia otra enfermedad: la caída de los gobiernos locales y el inmediato recambio democrático en las elecciones.
Pero también los dos alcaldes han logrado sumar muchas virtudes como claves de su éxito: buena planificación del trabajo municipal, abundancia de ideas, conformación de un buen equipo y hasta un buen empleo del poder en sus jurisdicciones (ver recuadro aparte).

Éxito pero…
Pero Quijano y Ortiz no caminan, siempre, entre un rosal dentro de los partidos políticos a los que pertenecen.
A Ortiz hay, dentro del FMLN, quienes no le perdonan que le disputara la candidatura presidencial a Schafik Hándal, que estuviera en desacuerdo con la purga que se produjo hace algún tiempo en su partido y que, de muchas maneras, nunca ha radicalizado su discurso ni se ha acercado a caminos que sí son tentaciones para otros importantes dirigentes como los claros acercamientos a posturas de  Hugo Chávez y a Fidel Castro.
Eso vuelve a Ortiz como un hombre incómodo, atrevido e irreverente para quienes comandan el FMLN en la actualidad. Estos últimos estiman que, si le entregan una mayor dosis de poder a Ortiz, éste lo convertiría en una suerte de caballo de Troya para tomarse el FMLN.
En ese sentido, Ortiz provoca, entre algunos analistas, una percepción extrema: nunca ha dejado de sonar como un buen candidato presidencial del FMLN (entre otras cosas, por lo potable que resulta para muchas fuerzas que no son de izquierda), pero, por ciclos, surgen las versiones de que o dejaría el partido o podría ser expulsado de éste.
Quijano, por su parte, no camina tan distante de Ortiz dentro de ARENA. Es innegable que la percepción de buen gobierno que causa en muchos capitalinos no cae del todo bien entre algunos importantes personajes de su agrupación, sobre todo entre aquellos que buscan, desde hace algún tiempo, una candidatura presidencial. Norman no es buena palabra para ellos.
Quizá por eso el debate que provocan contra él es que, si bien es cierto que ha resultado ser un buen alcalde de San Salvador, no tiene las condiciones para llegar a asumir una candidatura presidencial dentro de ARENA.
Sus detractores hasta alegan que la edad y sus condiciones de salud (está afectado por problemas cardíacos) no le ayudarían si decide pelear por una candidatura presidencial dentro de tres años.
Posiciones como ésas provocan que las conspiraciones contra Quijano no cesen en ARENA, al igual que los insultos contra Ortiz no dejan de escucharse dentro del FMLN.

Claves del éxito
Las claves de dos figuras reconocidas en el trabajo municipal tienen varias aristas: desde dar a conocer las obras que hace, hasta el buen uso de poder.

Aplicación de buenas políticas públicas
Limpiar lo sucio, ordenar lo que estaba en desorden (o al menos conseguirlo en buena medida aunque no en la totalidad), son parte de la dirección que tanto Norman Quijano como Oscar Ortiz le pusieron a la administración de las alcaldías que timonean. Tomaron sus jurisdicciones en estado calamitoso (sucias, desordenadas, sin grandes ni medianas obras que favorecieran mayorías) y con ello lograron el apoyo de los electores. La lucha contra el desorden y las ventas callejeras, la suciedad en calles y avenidas, el caos vial que eso provocaba y la construcción de obras nuevas que embellecen sus ciudades, son parte de los logros atribuibles a las administraciones de Ortiz y Quijano.

Colaboración con la empresa privada
Parte del secreto de la buena administración que ambos alcaldes han conseguido obedece al hecho de que han logrado importantes alianzas con la empresa privada para que éstas les ayuden a financiar, o a ejecutar, sus principales obras en sus jurisdicciones. Eso lo han producido bajo un clima de cooperación y buenos entendimientos con importantes empresas privadas que se asientan en Santa Tecla y en San Salvador.

Buenos colaboradores
Ambos alcaldes decidieron, y lo han logrado, rodearse de buenos colaboradores en las alcaldías. Consiguieron un amasijo de colaboradores  que les permiten trabajar como un buen equipo junto a  profesionales en temas como urbanismo, seguridad, cobranzas, manejo presupuestario y hasta en temas como salud pública. El hecho de que profesionalizaran el mando en las principales divisiones de sus alcaldías también les ayudó en lograr más eficiencia y productividad en sus ayuntamientos.

Buen uso del poder
Norman Quijano y Oscar Ortiz han sabido, uno en su primera administración y otro en su tercer período de gobierno local, dónde está el poder y cómo debe usarse en sus respectivas comunidades. Han comprendido que el poder es versátil, elástico, acondicionable a cada clase de situación. Ellos también saben que hay momentos en que el poder se vuelve legal y en otros es, simplemente, de hecho. Los dos han sabido utilizar el poder edilicio en ambas direcciones y de acuerdo con las realidades de sus jurisdicciones.

Buena planificación y trabajo diario
Quijano y Ortiz hacen, cada año, una buena planificación de sus tareas diarias, mensuales y semestrales. Consiguen dosificar sus principales obras de manera tal que siempre muestran un importante dinamismo en sus tareas. Quijano asegura que él inaugura casi una obra diaria, por pequeña que sea. Ortiz también muestra un ritmo de tareas envidiable para cualquier alcalde latinoamericano. Esto también los muestra como buenos estrategas en el diseño de caminos que impacten a los electores. Evidentemente, nada de eso lo conseguirían si no dedican más de ocho horas diarias a trabajar por sus comunas.

Buen ruido para buena obras
Quijano y Ortiz saben que el país y el mundo están en la época más desarrollada de la información y el conocimiento. Comprenden que comunicar es, en nuestro tiempo, proporcionar al pueblo razones suficientes para pensar que ellos realizan buenas obras por todos los electores. Por eso es que se han rodeado (más Quijano) de publicistas y mercadólogos profesionales que siguen el viejo principio de que obra que no se publicita no existe. Además, ambos son buenos comunicadores y eso fortalece sus tareas en éste.

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