La familia presidencial vs. las buenas noticias que nadie quiere ver
Foto: Cuartoscuro
Siempre vemos el pintito en el arroz. Al menos esa es la percepción que tiene el Presidente Enrique Peña Nieto en relación a las noticias que día con día difundimos y consumimos los mexicanos en general. En el evento realizado para anunciar una inversión de 18 mil millones de pesos en el sector turístico, el mandatario ya de plano nos dijo a todos:
"A veces pareciera que no quisiéramos o nos negáramos a reconocer los avances y a registrar las buenas noticias. Estamos en búsqueda de ellas y cuando las tenemos frente a nosotros pareciera que no las vemos".
Bueno, no es que no las veamos ni que nos neguemos a reconocerlas. Es más, cada día vamos a la tienda y esperamos la buena noticia de que el huevo por fin ya no cuesta un ídem, pero hasta el tendero es un conspirador que se niega a darnos esa felicidad.
Peor aún, el 'preciso' nos reclama que nunca vemos el vaso medio lleno, pero se está equivocando de destinatario, porque si alguien acaba empañando los breves momentos de jauja ese es precisamente su primer círculo, que va desde sus colaboradores hasta su misma familia, a veces, con cosas que ni son ciertas o son verdades a medias.
No vamos ni a la mitad del sexenio y la serie de hechos desafortunados (sin tomar en cuenta el apretón al cinturón en el presupuesto) que van desde polémicas adquisiciones de casas, conflictos de interés y proyectos descarrilados por la sospecha de mano negra han hecho que cuando su gobierno mete un gol nadie lo pele porque en las gradas alguien está aventando rollos de papel.
Si a eso le agregamos esa tendencia por la onda selfie y el exhibicionismo en redes por una fracción de su familia que regularmente acaban en el linchamiento masivo por lo que se ve y se interpreta, pues cómo quiere entonces que se destaque la bonanza producto de lo que se supone, es su chamba. Y es que por alguna razón no es fácil digerir que se lleven a un maquillista exclusivo para la primera dama a una gira por China con todo pagado nomás para empolvarle a la nariz y que éste nos lo restriegue en la cara mientras vamos pagando los abonos de Avon. Eso sin mencionar costosos vestidos usados para apantallar a la realeza británica, que a estas alturas ya no se impresiona con nada.
Por eso, por esa falta de mesura y distinguida discreción, luego acaban culpándolos por cosas que ni debían. Pero como dirían los filósofos, la burra no era arisca. Un claro ejemplo sucedió la última semana con dos de los hijos del Presidente, Paulina y Alejandro.
A la primera le achacaron que usaba el helicóptero presidencial para llegar a sus clases en la Universidad Anáhuac a través de unas fotos en las redes sociales, hecho que de inmediato causó la ira porque justo en ese momento estaba en boca de todos que el ahora desempleado David Korenfeld usaba la aeronave de Conagua para ir por unas recetas. A Paulina Peña le llovió de todo en el universo de la 'viralización' para que al final resultara falso, pues tanto la Presidencia, como la institución y hasta el dueño del aparato, el empresario Carlos Peralta, salieron a desmentir la acusación con algo totalmente simple pero comprobable: la matrícula del helicóptero, con lo cual cualquiera puede constatar que no se trata de una aeronave oficial.
Un poco más tarde, al que le tocó la tunda fue a Alejandro Peña, del cual no solemos oír más que cuando lleva a su novia al balcón de Palacio Nacional (a Paulina la perseguirá al infinito y más allá el caso de la 'prole' ofendida). De él se armó toda una polémica luego de que en una cuenta con su nombre (que no a su nombre) en Twitter se publicara una frase contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Imagen tomada de Twitter
Como ya es costumbre, las críticas llegaron a tal nivel que pareciera que a quien había ofendido era a Mahatma Gandhi, cuando es algo que Vicente Fox dice un día sí y otro también (está bien, lo acepto, mi referencia tampoco arroja muchas luces de sabiduría). Aunque en efecto, si el hijo de algún mandatario extranjero dijera algo por el estilo contra Peña Nieto, se armaría la gorda y también un conflicto diplomático, mientras no faltarían los que pidieran la invasión al extraño enemigo, así como Gabriel Quadri sugiere -él dice que de broma- que se la hagamos de tos a Corea del Norte por un barquito suyo encallado en Veracruz.
El chiste es que, de nuevo, la Presidencia salió a desmentir que el muchacho tuviera siquiera cuenta en Twitter, por lo que esos dichos no podían ser atribuidos a él.
¿Cómo distinguir en primera instancia qué hechos son ciertos y cuáles no? Pues consultando a la fuente, como sucedió en el caso de David Korenfeld, donde el autor de las fotos salió con cara y nombre a decir cuándo, cómo y por qué tomó las fotos, que llevó inevitablemente a que el funcionario presentara su renuncia.
En los otros casos la mayoría prefiere no preguntarse si es verdad o no lo que la gente anda esparciendo, incluidos algunos periodistas y medios afectos al lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar. Pero como decíamos, ni entre ellos se ayudan -en la casa presidencial-, porque apenas estaban saliendo de esas cuando la cadena Telemundo sacó unas imágenes de Angélica Rivera y sus hijas paseando por tiendas de Beverly Hills. Ahí las imágenes no mienten, de que andaban, andaban, aunque quien sabe si en verdad compraron algo (tampoco hay que ser tan ingenuos como para no saber que hasta el Vaticano manda tus compras al hotel, incluidos los rosarios santificados, para que no los andes cargando).
Lo de la primera dama ya fue la cerecita en el pastel a una semana de enchilamiento público, porque si puede o no comprar en tiendas de lujo - si puede con su dinero- siempre será motivo de escrutinio público mientras permanezca como esposa del Presidente de México, quien por cierto mantiene un perfil más discreto que su esposa, a pesar de salir todos los días en los medios. Pero curiosamente, en este caso nadie salió a desmentir, al menos hasta el momento de escribir esto, ni a aclarar nada, como si Angélica Rivera ya de plano se manejara por su cuenta (¿en serio no hay nadie que la asesore - incluida su hija Sofía- y le diga que para todo hay formas, tiempos y que ya se puede comprar por Internet?) o peor aún, como sugieren algunos, ya se haya vuelto un elemento incontrolable para los fines, no de su esposo, sino del gobierno mismo. Un gobierno que se supone, nos responde a nosotros y que con todo esto no es extraño que las buenas noticias nos pasen de largo.
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